Por: José Felipe Otero
Durante las pasadas semanas he tenido el honor de platicar con algunas de las principales voces de referencia de la industria de telecomunicaciones de América Latina, incluyendo obviamente a conocedores del ecosistema digital en sus facetas nacional e internacional.
Las charlas, bastante distendidas, tenían como objetivo mencionar de forma confidencial cuales son los principales desafíos que enfrenta una región que lleva años en desaceleración económica, está atravesando el resurgimiento de liderazgos populistas en todas sus variantes políticas y, para completar, se encuentra sumergida en la peor pandemia que azota a la región en más de cien años.
Obviamente, ante tanta pluralidad de voces oriundas de geografías disimiles es de esperar encontrar más de una diferencia al momento de reflexionar. La realidad me enfrentó a una visión regional repleta de conclusiones demasiado similares para dejarlo a la casualidad.
Aún recuerdo aquella voz irreverente, desde el sur, declarando que uno de los grandes problemas de la industria de telecomunicaciones es que vivimos en donde lo que gusta son las enfermedades y no los tratamientos. Fuertes palabras bajo el contexto actual, pero a la vez explicadas de forma bastante sencilla: “hace tres décadas que sabemos cuál es el diagnóstico, que está mal con las telecomunicaciones y las TIC. Preferimos contratar el mismo estudio cada 12 – 18 meses para hacer las mismas preguntas y obtener los mismos resultados. Nadie quiere enderezar el camino y comenzar a implementar soluciones”.
¡Qué triste es la mirada hacia adentro de esta América Latina cuando las voces, de quien se supone mejor la conocen, son tan lapidarias!
Tratando de brindar un cambio a lo tradicional, a la histórica separación impuestas por las crecientes brechas digitales, se me ocurre preguntar acerca de las respuestas gubernamentales a la presente pandemia. Como si saliera de Comala, una voz ronca de cansancio aclara: “hay ahora una política en México donde cualquier empresa que exista en este país es mala para el pueblo, seguramente los estamos asaltando, les estamos quitando todos sus derechos,” en lo que era una obvia queja a la negación de buscar alternativas a los problemas consultando a quienes están siendo afectados por ellos.
Este cansancio es compartido, de hecho, he leído recientemente un estudio muy interesante que me ha actualizado de quienes son los protagonistas nuevos del mismo viejo problema. Sin embargo, “el problema va más a allá de quienes hacen los estudios. Aquí las telecomunicaciones no han sido prioridad para ningún gobierno, ni para el presente ni para los pasados. Cada vez que llega una nueva administración presidencial es comenzar de cero.” Tal vez por eso siempre se escriben los mismos diagnósticos para los mismos obstáculos sin que se tomen acciones dado que el tiempo simplemente se les termina.
¿Quién dijo que todo está perdido? Y hablo de países y de esperanzas. Desde el sur me transmiten un cambio positivo de los nuevos líderes: un acercamiento con los expertos del mercado, indistintamente de sus filias y sus fobias políticas. El dialogo constante, aunque llegue a incomodar, siempre es preferible al silencio al que tantas veces los gobiernos de la región nos han condenado.
Finalmente, se habla de las empresas en este mundo del coronavirus y el peligro que puede representar el no adoptar una visión sensata en términos de compensación por servicios. ¿Qué se busca? Lograr un equilibrio en el que el proveedor de servicios de telecomunicaciones sea viable financieramente y los usuarios no sean desconectados de sus servicios. Ejemplos regionales que van desde la eliminación de impuestos, creación de planes de pago más flexibles y hasta la creación de esquemas donde se traslada al cliente a planes de menor costo fueron mencionados.
Tristemente, una de las voces provenientes de la gran Tenochtitlán contribuía a este tema con tono resignado: “la resistencia del gobierno a dar apoyo o estímulo a las empresas sigue estoica, irracional, con oídos sordos, precisamente porque no entiende la mecánica de esta cadena que acabamos de describir”.
Parecía que ganaría el silencio con esa lapidaria descripción, pero desde lejos una voz le riposta: ¿sabe cómo dar apoyo? ¿Cuentas con las herramientas estadísticas para saber a que dar prioridad? Si algo nos dejó la pandemia es que nos hemos dado cuenta de que no contamos con estadísticas apropiadas para llegar a establecer una visión holística del mercado de telecomunicaciones.
Pensando en mi propio país, ¿por qué habrá tanta desidia al momento de levantar datos del mercado por parte de algunos gobiernos de la región? No es que se les esté pidiendo auditar la deuda pública, sino viabilizar el crecimiento de una industria que traería beneficios a las propias entidades de gobierno locales. Sí, es conversación para otro día lo que tanto se hizo visible en los Índices de Competitividad Global del Foro Económico Mundial: el sector privado de Puerto Rico es de los primeros en adoptar nuevas tecnologías, mientras su gobierno reina en la obsolescencia analógica con pagos irrisorios de licencias de software, un vacío en lo referente a una estrategia digital nacional y un levantamiento serio de estadísticas sobre TIC relevantes en el Siglo XXI.
Ante estas y muchas otras reflexiones de los conocedores de la región, simplemente me queda seguir trabajando para que los diagnósticos sirvan para planear implementaciones y no para inspirar columnas vacías del experto de turno.